domingo, 4 de noviembre de 2012

Azotín y los toros


Una de mis muchas aficiones es la de que me saquen a un enorme espacio público a la vista de miles de ojos sanguinolientos y cerebros enfermos de gusto por la violencia y me torturen repetidamente hasta provocarme la muerte. Soy plenamente consciente de que con eso colaboro al esplendor cultural de un país entero que, sin duda alguna, apoya ese tipo de espectáculos sin reservas.

Aprovecho esta oportunidad para solicitar a las autoridades españolas que  hagan obligatoria la asistencia de niños de 3 a 16 años a los espectáculos taurinos, ya que tanta cultura tiene que estar al alcance de todos, y no podemos discriminar a nadie a causa de su edad. Y que en los colegios se impartan clases de tauromaquia que incluyan prácticas con gatos y perros.

Y me atrevo a proponer (utilizando como argumento los puestos de trabajo que crearía la idea y la mucha gente que sin duda seguiría el show) la puesta en marcha de programas de televisión en TVE cuyo hilo argumental fuera (o fuese) la violencia gratuita, la sangre en primer plano y el sufrimiento de seres vivos. Se me ocurren cosas como la vuelta de los gladiadores, las peleas de perros o gallos (o perros contra gallos) y el decuartizamiento en directo de algún parado de larga duración.

Las copas de Soberano y los puros deberían estar subvencionados. Y las prostitutas vestidas de tonadilleras podrían ser las madres y las hijas de los espectadores.

Y si esto no te ha hecho ni puta gracia... bienvenido al mundo de los que no le vemos la gracia al dolor como espectáculo.

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