¿Odio a las gallinas? ¿Estoy harto de sus cacareos, sus andares provocativos y de que vayan dejando plumas por doquier? Pues no, las pobres gallinas nunca me han hecho daño y además tengo la mala costumbre de respetar todas las formas de vida, incluidas las vidas claramente vermigrantes que habitan lugares donde ondean las banderas española y de la comunidad autónoma o municipio correspondiente.
Así que, si no estoy harto de las gallinas, ¿qué es lo que me pasa? Pues que el simpático de Azote Bezerro me ha diseñado sin cojones y, cuando me canso de algo, tengo que echar mano de huevos ajenos para manifestarlo. Y, claro... los huevos humanos van pegados a cuerpos humanos que por alguna razón no ven con buenos ojos que utilice sus testículos para nada.
Así que, aquí estoy. Aprovechándome de las Caponatas del mundo y de sus malogrados descendientes...
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